Si, suena fuerte, chocante, brusco, pero veamos el significado.
Revolución (del latín revolutio, «una vuelta») es un cambio social fundamental en la estructura de poder o la organización. Una revolución es un cambio radical, profundo y permanente respecto al orden establecido anteriormente, es un enfrentamiento sin retorno entre dos intereses contrapuestos en un lugar geográfico en particular y, generalmente, es llevado a cabo por un grupo de personas que cuentan con el apoyo del resto del pueblo, el cual ya cansado y harto de la dominación imperante les brinda su apoyo moral y acompañamiento.
La revolución puede darse simultáneamente en varios ámbitos, como puede ser religioso, militar, cultural, político, económico o bien producirse en uno solo y luego, con el tiempo, contagiar al resto con el espíritu de cambio.
No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta. Rom 12:2
¿Qué queremos expresar con esta definición y esta cita?
Que de manera intrínseca el evangelio de Cristo es un llamado a revolución, un llamado a darnos la vuelta y empezar a actuar como aquel que fue brutalmente asesinado aun cuando todo lo que brindaba era un mensaje de paz y amor.
Esta es la revolución a la que estamos llamados, a no seguir la corriente por la que el sistema del mundo plantea que debemos correr, sino, darnos la vuelta y caminar en pos de aquellos principios que parecerían absurdos ante una sociedad corrompida.
Una Revolución donde el amor sea más fuerte que el odio,
-Donde el dinero no sea la fuente de motivación,
-Donde servir sea más importante que ser servido,
-Donde la fidelidad no sea vista como el mayor logro en un hombre o una mujer, sino algo normal,
-Donde se ame y ore por los enemigos,
-Donde seamos guardas de nuestros hermanos,
Revolución podría ser una palabra fuerte, pero eso fue lo que hizo quien dividió los tiempos antes y después que El.
Demos una vuelta y marquemos un punto de referencia a los que vienen, y así, nuestros hijos, y los hijos de nuestros hijos puedan tener una sociedad habitable, y que puedan crecer fundamentados en el bien, en Cristo, el Hijo de Dios.