Estando aquí, encerrada en una habitación, por la situación que atravesamos por causa de este virus (coronavirus), aislada de mis hijos, de mi esposo, de mis amigos, del trabajo y de familiares en general, Dios me ha dado una enseñanza.
A veces es necesario que Dios mueva nuestro mundo exterior y lo ponga pies arriba para que podamos cuidar el mundo interior, ese interior que nadie ve, ese espíritu que debemos alimentar día y noche y que en ocasiones lo descuidamos por tantos afanes.
A veces no tomamos el tiempo para estar a solas con nuestro Señor y él continúa esperando, llamando nuestra atención, porque nos ama.
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Y mientras medito me llega a la mente la historia de Pablo y Silas, presos pero libres para adorar, la cárcel en realidad era el escenario para salvar una vida y esto es lo que sucedió cuando adoraron, aún en medio de su encierro; fueron abiertas las puertas de las celdas y rotas sus cadenas, un milagro sobrenatural que trajo consigo la salvación de un carcelero. Pablo y Silas comprendían que era más importante alimentar el espíritu con alabanzas, que empezar a quejarse en la carne por haber sido encarcelados.
El señor tiene muchas formas de llamar nuestra atención y lo ideal es que cuando sintamos el llamado, atendamos diligentemente y no esperemos que Dios tenga que quitarnos las cosas que amamos para cuidar nuestra relación más importante, que es con el creador.
¿Te has puesto a pensar que cada cosa qué pasa en tu vida no es coincidencia?, qué tal vez tu vida está de cabeza porque el creador quiere darle forma y tu tratando de arreglar todo, ni volteas a mirarle.
Detente solo un poco, habla con Dios; comienza a alimentar tu interior de él y tu exterior cambiará.
Ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del espíritu es vida y paz.
Romanos 8:6